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Una panda sin cuotas... ni falta que hace.

Resulta obvio que en las pandas de Verdiales existe todavía hoy una clara separación de roles en función del sexo: no hay más que pasarse por la Fiesta Mayor para comprobarlo. Esta distribución de tareas es la tradicional en nuestra ancestral cultura campesina, con el hombre en la parte activa (haciendo la música, cortejando con sus coplas, etc.) y la mujer como receptora de esa actividad (bailando al son, siendo conquistada).
Sin embargo, no creo que pueda tildarse de machista el ambiente verdialero. Es decir, una cosa es que los verdialeros, incluídos los jóvenes, sean personas tradicionales (que se sienten a gusto siguiendo un camino trillado durante generaciones) y otra que exista algún tipo de discurso más o menos tácito que se oponga a una participación más activa de la mujer. Desde luego yo nunca he percibido tal cosa, ni tampoco he sido testigo de ninguna queja o reclamación por causa discriminatoria.

La segregación que ha heredado el mundo de los Verdiales no era más que el reflejo de un sistema socio-económico, como he dicho, y dentro de esos papeles hombres y mujeres se sentían coprotagonistas y coautores del mismo hecho, pues sin música no hay Fiesta, pero sin baile no se está de Fiesta. Sobre esto comenta José Molina Gámez ("Bailes de Candil Andaluces y Fiesta de Verdiales. Otra visión de los Fandangos", CEDMA, 2000):

"Es que las mujeres no iban en la fiesta. Las mujeres estaban en la fiesta. Llegaban (acompañadas) a donde había fiesta."

Andrés Jiménez Díaz describe con más detalle cómo se producía la incorporación de la mujer a la Fiesta (ibid):

"En las antiguas fiestas, la madre iba siempre. Y otra más al menos, que le acompañaba, por si se quedaba dormida la madre, o por si tenía que salir por ejemplo a hacer una necesidad... y para tener con quién hablar. Con un ojo en un lado y otro en la hija que andaba en la fiesta. Si había tres hijas y una no tenía novio, una se tenía que quedar de carabina..."

Por otro lado, la separación tampoco era extremadamente tajante. El propio baile del zángano requiere de un hombre para cobrar sentido. También hay mujeres de edad muy respetable que han sido y son aún destacadas y admiradas por su cante, como Dolores Gámez Ruiz (Lolita la del Arroyo de las Adelfas). De la parte instrumental parece que siempre estuvieron más alejadas, quizás porque la exclusiva dedicación a las tareas domésticas en familias numerosas no permitía la práctica suficiente. La Fiesta sí que ha tenido (y espero que conserve por siempre) un componente "elitista" o competitivo que ha censurado al "mal tocaor" o al que directamente no se "arregla" al compás. La dureza del toque tampoco es cuestión baladí. Instrumentos tan trabajosos como el pandero de Montes no debían solidarizarse mucho con la imagen de fragilidad que debía transmitir una mozuela. Rasgar la guitarra durante unas Pascuas enteras sin más alivio que un tapón de aguardiente exige unas "pezuñas" de escardador. Un platillazo mal dado puede picar bastante. ¿Y el violín? Muy laborioso de aprender y, además, un papel directivo muy relevante, pues como dice una copla: sin él no se hace fiesta.

Todas estas razones -quizás actuando en forma de mitos de legitimación de un particular estado de las cosas- vienen a sumarse a la particular forma de los rituales fiesteros más señalados. Ellos tienen (mejor dicho, tenían) lugar a lo largo de días enteros en los que se transitaba por tortuosos carriles y senderos en busca de ventas, alquerías, cortijos y lagares; rematándose al cabo en un ambiente tabernario de alcohol, apuestas, rifas y rencillas. El buen nombre de aquellas mujeres no lo habría resistido, como cuenta José Molina:

"Hasta los años 50 del siglo pasado era impensable que algunas mujeres acompañaran a ocho hombres en sus recorridos por las pascuas pasando fuera de sus casas cinco días, exponiéndose a ser tachadas de libertinas (ya me entienden) debido a los condicionantes socioculturales de la época. Es a partir de la proliferación de festivales y espectáculos y la estabilización de las pandas, cuando surge la costumbre de llevar un grupo de baile."

En la entrevista que Pepe Molina y Rafael Santiago concedieron al musicólogo Miguel A. Berlanga (ibid) fueron aún más explícitos:

"Si una panda salía varios días fuera, como pasa por los Montes y Almogía, ¿cómo iban a salir mujeres por esos lagares con ellos? ¡Y de hecho algunas mujeres que acompañaban ocasionalmente a algunos, las consideraban como putas! [Esto fue] en los sesenta y algo."

En cualquier caso, la progresiva asimilación de cultura oficial por parte de los nuevos fiesteros emigrados al ámbito urbanita, la suavización de los ancestrales ritos verdialeros y la espectacularización que ha traído la sociedad de consumo ha aumentado a pasos agigantados la incorporación de la mujer a la faceta instrumental de la Fiesta, de manera que hoy día ya pueden empezar a verse los primeros esbozos de pandas compuestas íntegramente por mujeres. A cuento de ésto venía este artículo ya alargado en exceso. Así pues, mejor ver y callar:

2 comentarios:

Verdialera90 dijo...

Muy Buenas a todos.
Queria comentar que anterior mente estaba aqui expuesto, he tenido que suprimirlo por peticion de un usuario que no queria que estuviera en youtube por causas privadas.
Voy a intentar subir uno mejor, con mejor calidad de video y audio, e intentar no perjudicar a nadie con mis subidas, porque de lo que se trata mi canal, es de que todos disfruten los verdiales que es lo que pretendo.
Red Verdialera, disculpa las molestias, ya envie un boletin por youtube comunicando lo ocurrido.
Lo dicho, pronto subire un video de la panda de mujeres con mejor calidad.
Un Saludo

Red Verdialera dijo...

Vaya, pues la verdad es que yo no ví nada malo en el video. Bueno, cuando subas el nuevo lo sustituiré :P

Un saludo verdialera y gracias por avisar.

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